Todas las variantes del BDSM, sean del nivel que sean, desde unos simples azotes en las nalgas, hasta la asfixia tienen por obligación cumplir tres normas básicas: SSC, Sanas, Seguras y Consensuadas. Es decir, siempre, antes de empezar a hacer nada, estas personas deben sentarse a conversar y aclarar gustos, deseos, fantasías, posibilidades y límites. Y por supuesto, acordar dos palabras claves para el esclav@, sumis@ o masoquista. La primera es para advertir de que se está llegando al límite de su sufrimiento, tanto físico como mental; la segunda parará el juego o sesión de inmediato, dejando de castigar o humillar a la víctima, incluso desatándol@ en el caso de estar inmovilizado. Estas palabras tienen por obligación ser diferentes a lo que se va a hacer, o sea, por poner un ejemplo, podríamos poner como primera palabra “amarillo”, y como segunda palabra, que indicará que el juego a de parar ipso facto, “rojo”. Las claves que se acuerden no deben tener nada que ver con la situación, ni con las emociones ni sensaciones que tengamos, ya que dicha persona puede estar llorando y rogando que pares, y si no dice la palabra clave, el juego continua. Debemos tener presente que dichas palabras clave han de ser fáciles de recordar para ambas personas, ya que el dolor puede llegar a nublar la memoria de la víctima.

Dicho esto, comencemos con las relaciones Dominante y sumiso. Bien, a los dominantes hombres se les llama Amo, Señor, Maestro, Lord, Duque, etc. nótese que estos adjetivos siempre han de ser escritos con mayúsculas al comenzar o todo en mayúsculas. A las mujeres dominantes se las llama Ama, Señora, Dómina, Dominatrix, Maestra, Preceptora, Reina, etc. Todo dependerá de cómo quieren ser tratados, obviamente, con el máximo de los respetos. En cuanto al sumiso, tiene muchos calificativos posibles, la mayoría despectivos o “inferiores”. Se les llama, esclav@ sumis@ o sierv@, perr@, gusan@, pero si nos ponemos, se les puede tratar de: perro/a, zorra, puto/a, cerd@, o como mejor le parezca al Dominante.
La relación que se establece entre en Amo y el sumiso es sutil y muy delicada. Esta relación no es a base de fusta y doblegación, es más, mucho más; es la plena confianza y el mutuo respeto, la complementación y compenetración de un equipo. Que la búsqueda de la pieza perfecta de dicho rompecabezas sea angustiante y a veces desesperanzadora no quita la grandiosa satisfacción de cuando se ha encontrado. Una vez que se tiene, el camino a recorrer es arduo y frágil, a la vez de placentero. Por eso, es necesario que el esclavo indique claramente los límites que no deben franquearse, porque al menor paso en falso, la armonía se rompe, y hace que la consideración que existía el uno por el otro se resquebraje. Como todo ser humano, uno tiene sus límites, sean morales, éticos o físicos; el quebrantamiento de estos puede llegar a ser mortal. De ahí que el papel del Amo sea tan sumamente difícil, ya que tiene que adaptarse a la personalidad y/o capacidad del esclavo.


Como es obvio, el esclavo tiene que conceder el privilegio de su función; no hay nada más hermoso que el placer embriagador de dominar y moldear a un ser receptivo, pero que a su vez, sabe dar muestras de cierta personalidad e independencia. El hecho de que sepa desobedecer con juicio garantiza una fuente de placer en ambos. El Arte de desobedecer implica un perfecto conocimiento de los deseos del Amo, por ejemplo, en las relaciones sadomasoquistas, el ingenio del Amo debe renovarse sin cesar para mantener su estatus, ya que caer en lo rutinario va en detrimento de la relación D/s. Para un esclavo, la incertidumbre es un importante aliciente en la relación, esa es la razón por la que un Amo debe ser muy creativo, receptivo a ideas externas y espontáneo, para que el esclavo no pueda predecir las sorpresas que el Amo le tiene reservadas.
La actitud de una Dómina suele haber acariciado la ambición de ser actriz, con este rol podrá realizarlo en su vida privada. Algunas suelen dominar a su pareja habitual ocasionalmente, otras en cambio, exigen obediencia permanente. En el de ser una mujer heterosexual, el placer de la mujer autoritaria radica en la revancha que se toma contra el hombre. Las mujeres que empezaron siendo sumisas como yo, saben lo que siente un dominado. El dominante ha de estar pendiente de todas las reacciones del esclavo, más cuando está siendo iniciado. Cuando es un esclav@ que está siendo iniciado en estas prácticas, el Amo/a es quien le hace descubrir nuevas sensaciones y le ayuda a superar sus miedos e inhibiciones, deleitándose con sus reacciones y progresos. El dominante calcula los efectos sorpresa, maneja los silencios, las esperas, la magia del lugar y la novedad de los accesorios, sabiendo dosificar las experiencias de cada uno de estos, ya que el esclav@ o masoquista se deja llevar por completo. Estos procuran tener un aspecto altanero e inquietante porque su conducta e imagen influyen e intimidan al esclav@. Debe imponer su fuerza mental al sumis@, jugar con los silencios y las esperas.


La actitud de un esclav@, o masoquista radica en la sumisión, que presupone estar a la orden, dispuest@ a someterse a la ley de un/a Dominante sádico/a en el marco de los previos acuerdos pactados. El esclavo ha de tener una buena capacidad de obediencia ciega y gran resistencia física y mental. La resistencia a las humillaciones, a las coacciones y al dolor centuplica la intensidad y el aspecto mental del combate. La espera silenciosa es una de las constantes de esta actitud, que deberá mantener en toda circunstancia. El esclavo esperará a que le pregunten para abrir la boca, sin olvidar nunca la fórmula de cortesía: Señor, Señora o como al Dominante le guste que le llamen. Someterse, desobedecer y sufrir el correspondiente castigo, sin dejar de aumentar la tensión hace que el sumis@ se entregue de un modo absoluto. Si el masoquista o el esclav@ empieza con un/a Dominante que apenas conoce, este debe permitir ir de la mano del Dominante. Este debe ser sólido y resistente, ya que en caso de queja o mueca el castigo podría duplicarse. En un nivel más profundo, el rol de sumis@ le permitirá abandonarse y perder el control, por la sencilla razón de que será otra persona quien decida por ti. Cuando es otra la persona quien se encarga de ti, podrá liberarse de todas las tensiones acumuladas. Es más, si tiene un sentimiento de culpabilidad, conseguirá liberarse de él bajo los latigazos o azotes de su pareja. El esclavo no debe mostrarse celoso ni posesivo, ya que el Amo tiene todos los derechos de alquilarlo o prestarlo a otros esclavos o Amos.
Los masoquistas y los esclav@s siempre bajan la mirada; si un sumiso no tiene dueño podrá mirar a la cara, pero si no, este debe mirar a los pies o a los genitales. Solo podrá mirar a la cara si es por previa orden.
Bien, las personas que en este caso, se identifican en gustos, preferencias y prácticas de ambos bandos: Dominante y sumiso; a estas personas se las clasifica de switch. El o la switch es quien le gusta dominar y ser dominado, cambiando el rol según se necesite o surja en una sesión o situación. En inglés el verbo to switch en el sadomasoquismo significa cambiar de rol. A los switch también reciben el nombre de “alternativos” o “auto-reverse”.
Las personas que no se identifican con ninguno de estos bandos, pero desea experimentar, se les llama indefinidos. En una sesión, él indefinido está en su derecho de mantenerse al margen y en actitud de reserva. Esta persona estará disponible ante lo que pudiera ofrecerse, como por ejemplo si algún Dominante le ofrece la fusta para que azote a su esclav@, o ser voluntario para una sesión de bondage o lamer los pies o los genitales de un/a Dominante. En base a las preferencias o inclinaciones de esa persona, hará que se declare sumiso o Dominante; al fin y al cabo, la balanza se inclinará necesariamente por uno de los dos bandos.